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Paranoias Razonables

De lo divino y de lo humano, sin que me interrumpa ni Dios.

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miércoles, diciembre 21, 2005

Homenaje al quijote y a la teoría de la relatividad.

Perpetrado en marzo-abril de este año.

"Centenarios"

Cogí aquel libro de portada barroca con gusto. Era la primera tarde
libre que tenía desde hacía meses y pensaba aprovecharla en una lectura ligera.

Se titulaba "El enigma Hampshire". Era obra de un autor consagrado por sus ventas, de los que se publicitan hasta en las vallas de carretera. Me lo regaló un entusiasta admirador; del autor. Por lo que pude entender de la sinopsis, el escritor prometía acción, sexo contenido, viajes al extranjero y la resolución de un enigma oculto en el desván del tiempo...”Puede que me entretenga y todo”, pensé.

Apoltronado en mi butaca, con el botón superior del pantalón desabrochado y prácticamente descamisado, comencé a leer:" En un lugar de la mancha de cuyo nombre no quiero acordarme...", cerré el libro con gran estrépito de suerte que, por poco, no lo dejo caer. Lo abrí de nuevo. La misma frase. Abrí varias páginas, cotejé cada una de ellas con el original. Exacto. Una copia literal. Desconcertado llamé a Pascual, el patán que me había obsequiado semejante plagio indisimulado.

-¿ Diga ?

-Oye, Pascual, que soy Paco, ¿ se puede saber por qué me has regalado el libro este?

-¿ Qué libro? - Con esa memoria se revalorizaban sus pies.

-El enigma Hampshire este. Es un plagio del Quijote.

-¿Qué dices?,¿me estás tomando el pelo?.

-Vamos, Pascual, que ya somos todos adultos y lo tuyo sí que es una
tomadura de pelo. A ver. ¿ No te suena a tí "En un lugar de la mancha
de cuyo nombre no quiero acordarme..."?, ¿te suena Pascualito? - ya
empezaba a enojarme tamaña actuación.

-Oye, Paco, escucha, tengo aquí la obra y no empieza así. Empieza: " El
ímprobo sacerdote ocultaba su vanidad bajo el relumbre de las
antorchas...".

- Mira, Pascual... que me estás tomando el pelo, ya hablaremos tu yo
mañana en la sede.

Y colgué. Si Pascual pensaba que me iba a joder la tarde, se iba a quedar con un palmo de narices. Cogí otro libro del estante, me apoltroné de nuevo en mi sillón y, con renovado entusiasmo, aborde la lectura:" En un lugar de la mancha de cuyo nombre no quiero acordarme...".Cerré el libro, sin estrépito. Boquiabierto, instintivamente me llevé una mano a la barbilla. El libro que había cogido era de mis favoritos y, que yo recordara, no era un plagio del Quijote. Traté de serenarme. “Son cosas de la edad”, “Tranquilo Paco, es el estrés” pensaba para mi. Abrí de nuevo el libro. Allí estaban aquellas letras, desafiantes. Me levanté impelido por una corazonada, y miré varios libros de mi biblioteca, sin orden ni concierto...

Todos eran "El ingenioso hidalgo...." y ninguno de Don Miguel de
Cervantes,- salvo mi antigua copia del instituto-, de Avellaneda
o, siendo prudente, ni siquiera de Pierre Menard.

Cavilé que siendo este año cervantino tal vez, ante la falta de
honores y galas, mi querida biblioteca había decidido darlo por su
cuenta, transfigurando la letra impresa. Excepto el título de las
obras, todas ellas narraban el Quijote.

Le conté mi teoría a Einstein, - se pasó, enterado por el homenaje de mis libros al Quijote, a ver si alguno quería hacerlo de su teoría, que también cumplía centenario-, asintió firmemente convencido y me explicó que lo mejor que podía hacer era dejar pasar el año. Le pregunté que si después de muerto se pierden neuronas útiles. Contestó que como aparición fantasmagórica poseía aún todas, pero que de costumbre, al desaparecer de las ensoñaciones, no sabía porqué, volvía a perderlas. En cualquier caso, me proporcionó una solución. Me indicó que cogiera a Clavileño, que andaba abrevándose en el baño, y realizara un viaje para que transcurriera más rápido el tiempo.

Barruntaba que era posible que montando a Clavileño y saliendo un rato al espacio a la velocidad de la luz, el tiempo transcurrido para mí no sería más de unas semanas, mientras que en la tierra pasaría ese año cervantino y las obras, por lógica, dejarían de homenajear el centenario y volverían a su estado natural.

Estaba claro. Cogí provisiones para una semana, un libro cualquiera,-
todos eran el Quijote, para entretenerme-, y advertí a Einstein que no
quería verle ni a él ni a ninguna aparición centenaria a mi vuelta. Que
fuera avisando.

A mi regreso, - un frío espantoso, una lectura amena y un flirteo con
una estrella de la que no pienso contar nada -, constaté que no hubiera
ningún centenario con un minucioso registro. Nadie. Perfecto.

La biblioteca volvió a la normalidad, salvo por un detalle: tenía
dos Quijotes, uno con el título correcto y otro con el
título "Maravillosas ninfas las de aquel verano".

Espero que este año. al presentar la declaración, no tenga que pagar a hacienda, ya que he pasado más de la mitad del mismo fuera de la residencia oficial.


¿están de acuerdo?.



Que tengan un buen día, lectores quijotescos.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

¿Qué fumas? Yo quiero un poco de eso

22/12/05 12:15  
Blogger Alias said...

fumo libros, un montón, después los digiero neuronal y sensitivamente, hasta que la masa resultante se fusiona a ese otro organo que tengo - paradigma de lo que debiera ser algún otro - y que he dado en denominar, a mayor virtud de la originalidad, "imaginación".

Aun y todo, estoy pensando en patentarlo y darlo a conocer en Revistas de prestigio como "Nature" o "Science". Me he autodenominado Homo-Fabulas. Sapiens es para los que tanto saben.

Tengo sueñooooo.

pd: Ya tengo el de Ruiz Zafón, gracias a una amiga.

¿Alguién tiene que ver aún Blade Runne, como pago de algo?.hehehe.

22/12/05 13:20  

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